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Soy Odisea

Por Elizabeth Gori



Collage Oleaje de A. Colin


¿Cómo sería la historia si Ulises hubiera sido mujer? Me identifico con el personaje de la Odisea desde la primera página hasta el final. Tan fuerte y valiente como Ulises, me he enfrentado a un viaje extraordinario para llegar a donde estoy, con la gente correcta y en mis tiempos.

Pienso que si Ulises hubiera sido mujer, sería Odisea, y también habría escuchado el canto de las sirenas; la habrían amarrado al mástil para no sucumbir ante la tentación de bajarse a ensayar ideas con ellas, como viejas arpías o esfinges. De igual modo se encontraría envuelta en grandes diálogos y pasiones al lado de Calipso y Circe.

Si hubiera sido Odisea, se llevaría consigo a todas las muertas que encontrara en su camino, porque las raíces de cada una es una enseñanza que nunca se agota. Las hojas son tan importantes para la raíz como la raíz para la hoja. Y en una suerte de realismo mágico-épico, habrían luchado junto a Penélope contra los pretendientes, arrasando todo como en una revolución moderna.

Ella sería tan monstruosa como Caribdis y Escila. Juntas se quedarían con una buena parte de los argonautas, y dejarían ir a Jasón y a otros en búsqueda del oro. Y haría respetar las pertenencias de Polifemo para contemplar, a través de su ojo, los designios hormonales de Poseidón.

Odisea hubiera abrazado a Argos: «Levántate del estiércol, le diría, mueve tu cola y vamos a buscar a Telémaco para que dejes de estar solo; veinte años me he tardado en volver, pero estoy aquí querido amigo, lista para darte todas las atenciones que siempre mereciste, mi cachorro deiforme, mi dulce Argos».

Llegaría a Ítaca, con un ejercito de monstruas y muertas, a buscar más justicia que venganza y gozaría junto a sus amigas de una libertad incognoscible.

Esta historia nunca será contada en extenso. Solo escribiré este pequeño poema inspirado en este portentoso libro, como un recordatorio, como un tributo:


VENGO

 

Soy Odisea.

 

Soy Caribdis vacía.

 

Argos de mi navío

 

goteo de un recuerdo escaso como la ternura.

 

En las horas sísifas

 

gruño y me deslizo tan feral como el azúcar

 

sobre un labio apocalíptico.

 

Y me abruma tanto el océano

 

y su marea delirante

 

que vengo indómita.

 

Vengo endriaga.

 

Vengo mujer.

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