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Mentiras, recuerdos, historias…"Prolepsis" de Miguel Ángel González

Por Armando Gómez Rivas



De inicio, para dar más profundidad, vale la pena dejar en claro lo que significa el término retórico prolepsis.

La Real Academia de la Lengua Española define Prolepsis como el «pasaje de una obra literaria que anticipa una escena posterior» y claro, con este hecho, rompe la secuencia cronológica. En otras disciplinas, como la psicología o la filosofía, también se trata de una anticipación: una acción mental, un conocimiento anticipado.

El lector que se aventura a la novela Prolepsis (Alrevés, Barcelona, 2022) debe tener en cuenta que la secuencia narrativa no es cronológica. En estricto sentido, Prolepsis sería una serie de pasajes que se anticipan a una escena central. Un acierto, sin duda. Miguel Ángel González utiliza una tarde, aunque podrían ser tan solo un par de horas, para relatar la compleja relación entre un hijo y su padre; desde la visión del hijo.

El encuentro se da en un asilo; un paraíso artificial en el que habrá de morir el padre.


Mi padre va a morir en un lugar en el que todo parece de verdad, pero es de mentira, y yo no puedo evitar pensar que no existe un sitio mejor que este para que muera porque su vida siempre fue así, una acumulación de hechos que parecían cortos, pero que eran falsos (p. 11).


La novela está dividida en tres secciones: Las despedidas, Los que se van, Los que se quedan. Imaginen por un momento un paseo, quizá la última reunión, entre un hombre que le ha dicho a su padre que es escritor (sin que él mismo se considere escritor) y un anciano que, en su mejor momento, fue luchador (un monumental contrincante de lucha libre para ser exacto) y que trabajó en una furgoneta repartiendo hielo.


Cada fin de semana viajaban a un pueblo distinto y peleaban. Los combates parecían reales. Los luchadores saltaban por los aires y se golpeaban en la cara y en el torso y los golpes parecían golpes de verdad porque sonaban como suenan los golpes de verdad. Los días previos a la velada entrenaban los movimientos. Repetían cada llave decenas de veces hasta que podían llevarla a cabo sin dañar a su contrincante. Todo parecía real, pero era de mentira (p. 13).


La historia está plagada de ilusiones, o mentiras, y el único hecho que parece ser cierto es que el padre fue abducido por extraterrestres. Los saltos en el tiempo muestran escenas que pueden ser verdaderas o falsas, pero nunca aburridas. Un atraco bancario, series de televisión, un ojo izquierdo perdido, el allanamiento a la casa de Pepe Carrol, la cárcel, patitas de puerco guisadas, un viaje a Guatemala, una moneda en el aire.

La fórmula, considerando estos elementos, es un acto de magia. Al final, si todo parece una ilusión hemos caído en el truco de Miguel Ángel González; sus personajes han sido edecanes en esta manipulación.


Mi padre me mira y sonríe condescendiente. No sé si es feliz. Si le gusta su vida vacía de contenido o si solo deja correr el tiempo esperando que todo termine cuanto antes (p. 80).


Al adentrarnos en Prolepsis, las reflexiones se mezclan con una amplísima gama de ingredientes culturales. Componentes atractivos que, con absoluta originalidad, llevan al lector a interactuar con Woody Allen, Prince, Bojack Horseman, Julio Cortázar, Conchita Martínez, Hegel y un extenso, divertido y complejo, etcétera.

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