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La muerte no cura la memoria. Sobre 'Todo nada' de Brenda Lozano

Actualizado: 8 mar

Por Collien.


Un elefante en la habitación. Alguien se está matando de inanición, a cuenta gotas, frente a tu mirada y no hay nada que hacer. Ese alguien es un ser querido. Ese alguien es mayor que tú. Mucho más. Es tú abuelo. El adulto mayor de bata blanca y calcetines negros, amante de la medicina, de los libros y el café con leche, a quien se refieren con respeto y seriedad. Pero, ¿ese mismo adulto mayor que todos describen como huraño es el mismo señor inteligente y gracioso sentado frente a ti, en su mesa favorita?

            En su novela, la talentosa escritora mexicana Brenda Lozano nos abre la puerta a la mente y a los recuerdos de Emilia Nassar, la nieta de su casi homónimo abuelo, el Dr. Emilio Nassar. Todo nada está escrito de una manera nostálgica e inteligente; saca risas fuertes y lágrimas efímeras con los pensamientos y el soliloquio de Emilia.

            Al momento de terminar la lectura, dudo si es Emilia y no su abuelo, la protagonista de estas anécdotas. Y es que la misma Emilia duda de la realidad y de la sombra que se ha creado alrededor de su abuelo como resultado de las descripciones de su difunto padre y del árbol genealógico que ha sido testigo de su presencia. Ese hombre frío no se parece en nada a quien ella comenzó a tratar en sus restaurantes favoritos; citas para la degustación de recuerdos y sorbos de café con un creciente e inevitable vínculo de amor fraternal. 



            Puedo reconocer que mi repertorio de lecturas incluye varios textos cuya trama juega con personajes que atraviesan trastornos de la conducta alimentaria, con o sin intención suicida. Ejemplos de ello son El artista del hambre de Kafka y el mismo Gregorio Samsa bajo el manto de un ambiente melancólico (a la vez su autobiografía). Pero también Amélie Nothomb, quien, en la mayoría de sus libros autobiográficos (especialmente en Biografía del hambre) escribe las maniobras cómicas que surgen de este pesar.

            Todo nada es diferente porque quien elige la inanición como una vía lenta y segura para la inexistencia, es un adulto mayor. Así, Lozano junta los mundos de la vejez y los trastornos de la conducta alimentaria y, como historia espejo, reconstruye a Emilia al conocerse y conectar con el mejor y más necio gastroenterólogo: su abuelo. Después de que éste fallece, se conoce y se reconoce.

 

            La portada me parece sencilla y perfecta. Las manos envejecidas, plagadas de hiperpigmentación en una piel delgada y arrugada, que muestran la figura desconocida de cualquier adulto mayor en nuestra vida. Un ser ajeno a nuestro presente, cuyo pasado desconocemos y de quien todos tienen un concepto que desencaja. Un abuelo que vive lejos, quizá un padre ausente, que de pronto se transforma en un ente en nuestras vidas; nos busca con jugarretas para demostrarnos afecto de una forma que solo se pueden comprender entre dos personas.

 

            Nada de lo que menciono, en esta breve invitación, se asemeja a la sombra de un spoiler. En la contraportada se vislumbra esto y más. Ni ese texto, ni esta reseña, lograría capturar TODO lo que está escondido en las páginas de la novela. Porque al final, NADA se puede hacer ante la falta de un ser querido.

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