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“José Tlalli” de Ramiro Padilla Atondo

Por Corina Mora Huerta


Al llegar a la cima levantas los brazos,

tocas por accidente una estrella

y te sientes tan inmensamente vivo.

(José Tlalli, Padilla, 2020)


Resulta muy complicado escribir sobre algo que te ha conmovido tanto. Resulta complicado tratar de reseñar, criticar o ensayar algo que golpea con la fuerza de una tormenta en el mar; algo qué, cómo una obra de arte no tiene explicación y te deja pasmado solo para observar.

Espantosamente ambicioso, me parece, reseñar lo que ha escrito Ramiro Padilla Atondo en su novela José Tlalli (Urbanario, 2020). Sin embargo, intentare trazar un bosquejo para Cultura Wuff.

Mes de julio, las labores docentes que ocupan normalmente mis días se encontraban quietas en un porcentaje, había ocupado la mayor parte del tiempo libre en actividades que me apasionan. Era miércoles por la noche y me disponía a ocupar la mente en algo que la alimentara: ver una película, algún contenido en la red sobre política o literatura, o simplemente, algo que nunca falla, ver un capítulo del doctor genio que resuelve casos que nadie podría solucionar. Sobre el sillón se encontraban todavía los libros que había recibido apenas el viernes anterior, y que no había acomodado en el librero de las futuras lecturas.

El libro que coronaba el pilar llevaba en su portada la foto de un niño indígena, ataviado con lo que parecía una camisa de manta y un sombrero de paja gigante para su talla. Detrás de él una canasta de mimbre. El rostro y la mirada tenían una expresión triste, pero de una ternura infinita: José Tlalli de Ramiro Padilla Atondo. Sin pensarlo, extendí la mano para alcanzarlo y me dispuse a leer.



Ramiro Padilla Atondo es uno de esos autores que puedes leer plácidamente en dos horas. Sus letras, sustancias estimulantes, entran al torrente por los ojos sin que puedas detener la lectura.

En esta obra la prosa es natural y alegórica, de una inmensurable belleza. Para algunos podría causar confusión su argumento que no es sobre el sufrimiento humano, sino sobre las grandes desigualdades que carcomen las entrañas de México.

La historia nos narra a través de trece misterios (tipo rosario católico) un cuadro, en Oaxaca, que podría acontecer en cualquier lugar y momento en México: una familia que abandona su pueblo en búsqueda de mejores oportunidades o huyendo de las fauces narcotraficantes o políticos.

Durante la historia aparecen varios personajes, como verdugos de un inocente que no pertenece a este mundo: el policía papá del rubio, un animal gangrenado que se muere de a poco, absuelto por la mirada del niño; la gorda y patética maestra de ojos ciegos, repugnante radiografía del papel de algunos docentes; los burócratas de la escuela qué por un momento hacen feliz al pequeño; un salvaje perro que, al ser tocado por una de las lágrimas del niño, es transformado en su siervo.

En contraste, nos describe el microcosmos mágico del niño indígena, su mirada inocente se regocija con cada momento a pesar de la miseria de su vida, camina entre la inmundicia con una estela irradiante a su alrededor, sin miedo, enfrentando su destino, como si supiera que su plano terrenal es pasajero, y está destinado a brillar en el infinito. Es este niño, con su cara redonda, sus ojos rasgados y su blanca sonrisa, el que nos introduce en una vorágine de sentimientos desbocados, al mismo tiempo sientes una cólera feroz cuando va a la escuela y después un alivio emotivo cuando le ocurren momentos de felicidad, nos dice Padilla “…la sonrisa es un don divino” (2020, p78), nos queda claro cuando el niño va al catecismo o a la feria.

En las líneas de José Tlalli se perciben los sentimientos del autor, su extremo dolor y repudio por la desigualdad. Se puede leer también, el corazón tan lleno de amor por su país y sus nativos; además de agregar, cómo es característico en Padilla Atondo, sus puntos de vista controversiales. Es así como se atreve a cuestionar el proceder de un Dios que se presume misericordioso justificando la injusticia de los humanos con el libre albedrío. También nos comparte su visión sobre la conquista y el mestizaje.

José Tlalli te instiga a replantear el propósito de la existencia, recordando el valor de lo que realmente es importante y asumir tus raíces. La obra no es una apología a la pobreza, su lectura puede ser áspera, y podría decirse que es el testamento literario del autor que apuesta por la sensibilización y la empatía.

Puedo asegurar que encontraran un agradable encanto con solo leer el doceavo misterio. En este momento no voy a volver a hojear el libro pues, si me apropio de la voz de Padilla, sé que con este libro no necesito leer más sin que mis ojos se humedezcan.

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