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Escribiendo desde las vísceras. Una reseña de 'Pelea de gallos' de María Fernanda Ampuero

Por Lou Reyes


Pelea de gallos de María Fernanda Ampuero —Mafe, cuando tienes el gusto de conocerla— es una lectura de esas que te cambian la vida, de las que hay un antes y un después y, de las que ojalá las que fuimos adolescentes en los ochenta-noventa hubiéramos podido leer. Y así, estar preparadas para lo que pudiera venir o resignificar lo que ya hubo sin cargarlo años en silencio.



Así es de necesaria esta obra, publicada por Páginas de Espuma en 2018. En un tiempo que adolece de sobreinformación, son imprescindibles voces valientes, como la de Mafe, que profundicen y expongan lo que tanto parece molestar a este mundo lleno de sororidad instantánea, eso sí, tan fácil y a solo un golpe de clic.

La autora escupe palabras, vomita verdades y ficciona historias, con su pluma eviscerada, que ocurren y habitualmente son silenciadas. Porque lo feo molesta, lo feo escuece y lo feo escrito no gusta. Y eso hace esta gran escritora, lo grita en papel para que nadie lo borre: lo que queda escrito existe, se le da valor. Y nunca antes una mujer había escrito relatos como los que habitan en Pelea de gallos sin un bozal puesto, libre de censura. Necesitamos leer estas voces que molestan para nunca más sentirnos bichos raros, ni culpables, ni solas.



Es hora de escribir y de leer lo verdaderamente importante, cada palabra cuenta como también lo hacen cada niña, hermana, hija, nieta, madre, abuela, vecina, compañera e incluso enemiga. Ninguna merece ser violentada e invisibilizada. Todas, en mayor o menor medida, habremos sido (o seremos) la violentada, la que nadie mira para no verse.



Pelea de Gallos lo conforman trece relatos que he reunido en este poema improvisado:


Somos Crías de Monstruos,

Pasión de Cristo,

Ali y Griselda,

la Subasta,

Persianas de Nam,

Coro de Luto

por el Cloro y la Otra.


El motivo del poema es aprovechar esa estética visual para comprobar como uno, únicamente uno, es el conjunto de relatos que conforma esta obra perfectamente vertebrada: un constructo universal de realidades trasnacionales. La autora nos muestra tal cual el daño, sin filtros, para solo así, gritando lo ocurrido, poder construir desde lo más profundo algo diferente. Porque lo que heredamos es espantoso y merecemos un cambio. Necesitamos hablar de las violencias conociéndolas, resignificando el dolor y de modo simbólico, saldar la deuda histórica con todas las mujeres. Las que fueron, son y serán.

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