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De dioses y parias. Ancianos Relucientes de Kate Tempest (Caleta Olivia, 2019)

Por Elizabeth Gori



Collage de Collien
Escenarios y realidades. Autoría: Collien.

Hay ciudades que nos delinean con los fragmentos de nuestras historias, algunas en blanco y negro, caleidoscópicas otras, unas más tan rojas como la vida que vamos goteando en la tormenta del segundero. Cada uno de nosotros, en estos sitios de cascos antiguos o edificios sustentables, se ha vuelto viejo con los pasos propios de un ser deiforme  en un mundo decadente. 

 

Con esta idea nos desafía Kate Tempest en el poema narrativo Ancianos Relucientes (2019), un texto de versos largos escritos para hablarse. Así, una de las mejores poetas contemporáneas vuelve a la tradición de los aedos y nos cuenta el relato de los parias del Londres del siglo XXI. La historia de cuatro desviados sociales que lo dan todo al margen de la precariedad y la desesperación existencial, unos para sobrevivir a toda costa y otros para morir en los bares entre vidrios rotos y rostros desfigurados.

 

La obra inicia con una introducción donde Tempest habla del modo en que concibe la naturaleza de los seres humanos: “Millones de personajes/cada uno con su épica/cantando es difícil ser un ángel/hasta que fuiste un demonio” (pág.16), pues en el fondo todos terminan apagándose, perdiéndose en las calles o en los móviles, en sus trabajos o en sus relaciones de médula trozada. Después de esta introducción, la autora presenta a los personajes a través de un recuento de sus historias, de la desgracia con la que han de cargar cada uno: Araña, Clive, Mary, Tommy y Gloria.Ella, el mejor personaje de una historia que nos hinca cada verso con una precisión quirúrgica. Gloria, la amazona perdida en algún bar urbano capaz de ganarle a palos a cualquiera que quiera acabar con ella. Tommy, el cliché del autor joven que triunfa en las letras pero al tiempo pierde la visión de lo que es realmente importante para él; Mary, quien mantiene el más precario equilibro en una vida demasiado borrascosa; Clive, la depresión hecho furia podredumbre y maldad; Araña, desventurado que se ve arrastrado al mundo de Clive ante la mala suerte que le ha tocado.



Portada del libro Ancianos relucientes
Ancianos relucientes de Kate Tempest

Ancianos Relucientes habla, a través de las historias de los cinco personajes principales, sobre marginalidad, desgracia y melancolía. Lugares que nos recuerdan que llevamos demasiado tiempo habitándolos:

 

Quizás no haya ningún monstruo que matar

ningún diente de dragón que quede por sembrar

pero lo que hay, es el flujo

de lluvia bajando por las canaletas

lo que hay son los locos que murmuran.

Lo que tenemos acá

es una paleta de mitos nueva y reluciente:

la parábola del compañero que tenías que podría haber sido

cualquier cosa

pero terminó siendo un adicto.

O la parábola del padre prodigio

que regresa luego de años en la selva virgen.

Nuestra moral todavía se aprende con la experiencia

ganada en estas ciudades en toda su rabia y su tedio y si—

nuestros colores son apagados y agrisados

pero nuestras batallas también son puestas en escena

y todavía somos míticos

llámennos por nuestros nombres. (pág.16-17)

 

A través de estas páginas, Kate Tempest muestra en rojo y gris nuestros grises, nuestro innumerable ocre de lágrimas vintage, sobre el ritmo que arrastramos día a día en el transporte público, o en nuestro pequeño ecosistema de tótems creado en el interior de un solitario armatoste rodante, y nos tira a la cara la pregunta: ¿cuál es tu ciudad? ¿fuiste tú aquel quien todo podía lograrlo y te quedaste mudo en el ruido de la metrópolis? Recuerda, vuelve a pensar en tus batallas y en tus derrotas, en cómo a través de un solo triunfo envejeciste todavía más que en todas las retiradas, o en cada botella vacía de astros que bebiste.

 

Ancianos relucientes se adscribe en una tradición de poemas que cobran vida en el truco del lector-escucha, voz alta-oído atento; es un titán que marcha junto al Aullido de Allen Ginsberg y al Incurable de David Huerta. Con una voz potente, Kate Tempest nos recuerda que hay dioses en todas partes, pero perdieron la memoria y están locos; locos y muy solos.

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