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Casios*

Por Beatriz Ocampo



Collage de Beatriz Ocampo


Mi monstruo es un monstruo chiquito. Siempre pensé que había invadido mi cabeza cuando me operaron de las anginas, porque no recuerdo haber tenido miedos locos antes. Quizá fue que él era pequeño como yo. Mi Monstruo se llama Casios, lo sé porque lo pregunté y ese nombre vino a mi mente.

Casios no es precisamente un monstruo malo, lo que sucede es que su naturaleza lo convierte en un tipo de parásito. Casios se alimenta del miedo. Durante años ha construido una casita en la zona más profunda de mi cabeza y en esa casita hay un centro de control como el de los productores de TV; cuando Casios tiene hambre va al centro de control, aprieta los botones y hace que en mi cabeza aparezcan las escenas más terroríficas. Me asusto y entonces Casios se alimenta de las sustancias que el miedo genera. Su manera favorita de hacerme temblar es presentarme la imagen de un perro o lobo.

Mi primera pesadilla memorable fue un lobo siberiano blanco, furioso, agresivo que me pescaba la pantorrilla y me sacudía fuertemente. Desperté muerta de miedo, Casios se dio un festín que duró muchos días. Sus banquetes no son como los de nosotros, no sé exactamente como lo hace, pero el punto es que come y come y come.

Casios no es precisamente un monstruo feo, es como un duendecillo, blanco, pelirrojo y pecoso. Usa un sombrerito y un suéter rojo con pantaloncitos verdes y lleva botas cafés. Cuando sonríe sus ojos se hacen como dos rayitas. Pero cuando está hambriento, se transforma: sus ojos se ponen rojos, sus dientes picudos y su sonrisa macabra asustaría a cualquiera. A mí no, por alguna razón Casios no me da miedo ni le guardo rencor. Por lo general se la pasa trabajando en un jardín de flores que está afuera de su casita… pero cuando le da hambre, corre a apretar sus botones. Cuando quiere una botana puede hacerme creer que la cortina moviéndose es un perro que entra en la casa con el firme propósito de morderme… es un sustito, pero con eso entretiene la tripa.

Como Casios y yo literalmente hemos crecido juntos sus técnicas asustadizas han variado. Por ejemplo, crea escenarios catastróficos donde de la nada me despiden de mi trabajo o me hace creer que un leve dolor, por cenar pesado, en realidad es síntoma de una enfermedad desconocida y mortal.

Me pregunto si se irá algún día, o si estará conmigo hasta que muera. Pienso que Casios no es del todo malo. El miedo que me ha hecho sentir me ha librado de situaciones peligrosas, pero también me priva de disfrutar alegremente, por ejemplo, de pasear en bicicleta, ya que siempre me muestra la película donde voy pedaleando y un perro, cualquier raza de perro, desde chihuahua hasta Pitbull, se abalanza contra mí, directo a la yugular, me desangro, muero en la calle… o peor, quedo en estado vegetal por siempre jamás. Como dije, Casios lleva tanto tiempo conmigo, que me doy cuenta cuando intenta meterme miedo y en mis adentros digo ¿será?, puede ser, pero ¿qué tan probable es que pase? Sin embargo, el miedo lo sigo sintiendo, no se va hasta que me bajo de la bici.

Obviamente el paso de los años me ha cambiado, a Casios también, ya no es como antes que de la nada me ponía enfrente una película terrorífica donde el lobo me correteaba; ahora es más bien como: «el lobo no se ha ido, existe y puede aparecer en cualquier momento… ten cuidado». Lo que no entiendo es si se compadeció de mi o su metabolismo se ha hecho más lento y no necesita comer, tanto ni tan seguido. Lo que sí es que, por lo pronto, aunque me asusta de vez en cuando, Casios siempre ha estado conmigo, vive en mi cabeza. Por eso nunca tengo miedo de estar sola.

*El texto y el collage fueron creados por la autora durante el taller Mujeres. Sus criaturas imaginarias y monstruos reales, llevado a cabo en Wuff.

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