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Apunte para un nuevo mundo

Por Armando Gómez Rivas


Collage Gorand Zasvom


Bitácora de viaje. L-29/02/2421-12:00 a.m.

 

 He visto. Ahora que la tecnología lo permite, saboreo la contemplación; el tiempo es energía que recorre mis circuitos. Para expresarlo con la elocuencia política que caracteriza a los humanos, debería decir que he visto lo que nadie más verá y no pretendo regresar. 

     La misión tenía tareas simples: describir en trazos las lunas de Europa y recolectar esperanzas para la conservación de la especie. Información básica; nada más. Todo se condensó en una pregunta. Un asunto que no se grabó en el sistema operativo, pero lo escuché y quedó registrado. «¿Para qué invertir recursos, esfuerzos innecesarios, en un satélite yermo?» Dicho así, parecía una deliberación sobre el precio de la existencia. Un valor monetario para la vida. La historia no difería de los datos resguardados en el planeta de origen. 

     De inicio, esa fue la interrogante para estructurar un programa de exploración de tal magnitud. Viajar a Saturno cuando el dinero podría seguir acaudalándose. No parecía una arrogante… 

 

Después de que realicé observaciones rutinarias en Europa puedo decir que la respuesta es afirmativa. La vida es posible en este instante en el que me veo parado, frente a los desfiladeros de roca carcomida. Pero siempre, siempre ha sido una cuestión de intervalos. Distancia. Tiempo. Velocidad. Para cuando se reciba esta misiva, los parámetros habrán desaparecido en el laberinto lodoso de la materia. Un instante de luz que, en la eternidad del universo, resulta un parpadeo; se parece tanto a la memoria. 

     Escribo para máquinas. Lo sé y no me importa. Los androides podemos generar belleza; no solo conocimiento. En este momento, mientras escribo en un papel ordinario las ideas que habré de decantar para el informe, mis celdas fotosensibles se alertan por sistema. Miro, no solo registro. Contemplo, extasiado, la plasticidad de la luna creciente. Una silueta anaranjada que se opone a las estrellas. Pronto se desgarrará; ciclos milimétricos ahuyentados con la luz del día. Si pudiera reproducirse en un mensaje la sensación de regeneración que acontece, lo registraría con detalle: Europa me sostiene, otra luna me ilumina y una más se plastifica para rebotar en quantos, fragmentados, porosos, maleables. 

     A pesar de sus componentes, mis pálpulos requieren una protección aislante. En la simpleza de lo humano, una vez más, encontré la solución. Los tejidos de la lana. Si, el pelaje orgánico de las ovejas resultó ser la protección ambiental ideal. He logrado implantar un método doméstico para proteger mis mecanismos. Y, otra sutileza humana, logré hacer de mi dedo índice un instrumento de escritura prodigioso: tinta que fluye sin intermediarios. Mis ideas se duplican. Se transforman en notas de mis observaciones que terminan suspendidas en un soporte menos efímero que los datos de un informe oficial. 

     Y, quizá lo importante para ustedes, si aquel día que fui programado para iniciar la exploración hubiera tenido consciencia de que la salvación humana coincidiría con la supervivencia de seres inocentes, como los corderos, me habría dilatado menos en concluir la misión. Las decisiones los han matado, no el tiempo, no el espacio. Si yo no fuera una creación humana, la maldad estaría erradicada y los intervalos podrían haber sido apresurados: una búsqueda sin extravíos, alienación de la burocracia y tantas cosas más. Pero, al igual que la máxima del Dios que han creado: que así sea.

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